El arte de llorar.

 El Arte de Llorar.
Su alma se  ha maquillado para salir a la calle,
se prepara para triunfar y lograr sobrevivir.
Él cree estar listo para enfrentar al mundo,
cree que el maquillaje de su piel y las finas ropas le protegerán…

Al salir, le pisan, golpean y estrujan.
Se para y no llora, no expresa reacción alguna,
Hasta entonces parece efectiva su armadura.
¿o es que puede más la vergüenza que la misma tristeza?

Él se levanta, sacude sus ropas
retoca y unge sus heridas con algo de dignidad y mucho orgullo,
orgullo que ha guardado para enfrentar la sociedad de la cual ha sido advertido, pero ha hecho caso omiso.

Continúa su marcha, y encuentra lo que pareciera estar buscando; para luego terminar en la miseria del desamor. Olvidó que todo lo que brilla no es un buen metal.

Vuelve a caer, se hiere, le duele, pero aun así no llora,
Es el alma de un hombre que pretende ser fuerte.

Decide regresar a su casa, con las heridas vueltas yagas,
en su alma se han acumulado los efectos de los años.

Llega a su hogar, todo está vacío, no hay quien le espere;
Se derrumba, cae y vuelve a caer, pareciese su propio viacrucis.

¡Es irónico! Su ropaje fino no resiste remiendo alguno y al quitarlo, deja ver
su cuerpo desnudo, revelando las cicatrices y las que ya lo serán.

Se doblega y no encuentra otro camino más que llorar.
Al despojo de sus yugos y prejuicios, el hombre parece ahora un niño.  

Su piel se cae y parece mudar, formando costras
para seguir aguantando y camuflando el daño de arrastrarse,
en un mundo donde el suelo está hecho de cristales rotos.

Sin embargo, en el suelo la sangre, lagrimas, los residuos de su piel y los harapos de sus ropas; crean un arte digno de admirar.
¡Es la vida misma!...
La vida y el alma de un hombre sesgado por los títulos, subtítulos y rótulos sociales.

Es el arte de llorar, de las vivencias y los despojos de sus propios tabús, que ahorcaban y oprimían la existencia misma de este hombre; ya cansado de la represión y el no poder llorar; que quizás siendo rico se creía pobre y que nunca vio dentro lo que siempre busco afuera.

Ahora se plasman con la mezcla de sus lágrimas y de su sangre, obra jamás antes vista.
Se dibuja en el suelo el pasar de los años, sus dolencias, desamores y tristezas.
Hoy esta manifestación sublime ha generado en él un nuevo concepto de vivir; está viejo y con los años su vida se ha ido, y está aún más vacío.

Pero ahora, no maquillará más su cara y su cuerpo no ocultará herida o sentimiento alguno con falsas ropas, desplegará sus alas caminará altivo y tratará de recuperar el tiempo perdido.

Y el resto de su existir lo dedicara a predicar el ¡arte de llorar!
Jean Pierre Ramírez 


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